Por Omar Suárez*
En la actualidad, podríamos afirmar que estamos en la era de la comunicación, potenciada por la diversidad de herramientas tecnológicas relacionadas con internet y las redes sociales, que día a día cautivan a mayor cantidad de personas. En este contexto, los medios de comunicación masiva (radio, televisión, canales de cable, periódicos en formato papel y digitales), siguen siendo aún la forma que la mayoría de las personas utiliza para informarse. No hay ninguna duda de que estos medios han jugado un rol trascendental en la visibilización o invisibilización de problemas sociales, como por ejemplo la violencia de género, que sufre gran número de mujeres en todos los estratos sociales. Este es un problema conocido en la actualidad, sin embargo, ha permanecido oculto dentro de la institución familiar durante siglos.
Es cierto que la posibilidad de conocer esta problemática fue posible gracias a distintos actores que ejercieron su influencia, por ejemplo, la actuación de movimientos feministas a finales de los años 60. Las instituciones, haciendo eco de esta situación social y, principalmente, los medios de comunicación, han tenido en los últimos años un papel relevante para que se conozcan estos hechos de violencia contra las mujeres, aunque muchas veces no lo han contado de la mejor manera. De ahí que podemos hablar también de una “violencia de género mediática”.
Son alarmantes la cantidad de casos de hombres que maltratan o asesinan a mujeres por el sólo hecho de ser mujer. A pesar de las medidas judiciales, sanitarias y asistenciales puestas en marcha en los últimos años, miles de mujeres siguen padeciendo este flagelo. Por esta razón podríamos preguntarnos: ¿Pueden entonces los medios de comunicación cumplir un rol importante en la resolución de la problemática de género o por lo contrario, pueden acentuarla aún más?
En Argentina, la violencia contra la mujer está tipificada a través de la ley Nº 26.485 que la categoriza en: física, psicológica, sexual, económica/patrimonial, simbólica, doméstica, institucional, laboral, contra la libertad reproductiva, obstétrica y mediática.
Este último tipo de violencia, la mediática, se la define como aquella publicación o difusión de imágenes y mensajes estereotipados a través de cualquier medio masivo de comunicación, que de manera directa o indirecta promueva la explotación de mujeres o sus imágenes, injurie, difame, discrimine, deshonre, humille o atente contra la dignidad de las mujeres, como así también la utilización de mujeres, adolescentes y niñas en mensajes e imágenes pornográficas, legitimando la desigualdad de trato o construya patrones socioculturales reproductores de la desigualdad o generadores de violencia contra las mujeres.
En los últimos años, fueron numerosas las investigaciones sobre la posición de las mujeres en los medios de comunicación, y la mayoría indica que ciertas áreas de dichos medios están dominadas por hombres que ocupan por supuesto las jerarquías más altas, y que las mujeres suelen trabajar en áreas que se consideran una mera prolongación de sus responsabilidades en el hogar, es decir en tareas domésticas, o simplemente se utiliza la imagen de las mujer como una “decoración”, seleccionada por hombres dentro de los cánones de belleza estereotipada que los medios “venden”. Las periodistas de muchos países consideran que el periodismo televisivo está ciertamente determinado por el factor género. Por ejemplo, se consideran masculinas las informaciones sobre: política, crímenes y finanzas; y por otro lado, femeninas las de interés humano, consumo, cultura y política social.
La televisión posee una estrecha relación con lo cotidiano, es el mejor reproductor de la realidad social y además, está muy presente en la vida de las personas, que pasan varias horas diarias frente a las pantallas sin cuestionarse sobre los mensajes estereotipados y discriminatorios que se emiten en el discurso televisivo, y lo peor es que dichos mensajes pasan totalmente inadvertidos. A pesar del avance inminente de internet y sus redes sociales, la televisión sigue siendo uno de los más poderosos medios de información y también de movilización de la opinión pública. La importancia de su influencia radica en que actúa desde lo más íntimo de la privacidad del hogar, donde los estereotipos de género son vehiculizados directamente a la mente del televidente, sin posibilidad de que este se dé cuenta o pueda hacer algo para evitarlo.
Los medios de comunicación transmiten, crean y recrean modelos culturales que trascienden fronteras nacionales. La globalización que afecta a los estereotipos de género penetra a la sociedad en su conjunto. Muchas veces en estos medios se pone el foco en situaciones secundarias de la información sobre el acontecimiento de violencia contra una mujer, y no en el hecho mismo de la violencia hacia ella. Los refuerzan y divulgan determinadas creencias y valores como reflejo de las normas y conductas de la misma sociedad de la que forman parte. Tienen un poder enorme sobre quienes reciben sus mensajes, ya que, lo que no aparece en ellos como mensaje, simplemente no existe. De hecho, podemos comprobar en el caso puntual de la violencia de género, que la misma ha comenzado a visibilizarse como problemática social cuando fue expuesto precisamente en dichos medios.
Las personas que ven televisión, lo quieran o no, van integrando en sus sistemas cognitivos y emocionales una serie de contenidos. La agenda de los temas queda fijada gracias a la televisión. Sus códigos, simultáneamente verbales y no verbales y, sobretodo, muy ágiles argumentan creencias consensuadas o arquetipos de género.
Existe la posibilidad concreta de hacer algo para poder prevenir y visibilizar casos relacionados con la violencia de género, es en el ámbito educativo como en los medios masivos de comunicación donde debemos poner el foco de atención para lograr que los individuos tomen conciencia de la importancia que tiene el respetar y hacer respetar a las mujeres.
Desde los niveles educativos superiores se debería inculcar y concientizar a los futuros profesionales (principalmente a los que tienen relación directa con los medios de comunicación y la educación)para que conozcan más sobre la temáticas relacionadas con igualdad y violencia de género, y que a su vez puedan consolidar sus valores éticos y morales, como eje de su futuro desempeño laboral. En este camino, sería importante introducir en los planes de estudio de las carreras terciarias, de grado y posgrado la perspectiva de género e incentivar dicha formación desde las estructuras de los propios medios. Es fundamental asegurar el derecho de la ciudadanía a una información plural y veraz.
El problema actual, es que precisamente la información no solamente pasa por el ámbito educativo, sino que gran parte de la misma proviene de los medios masivos de comunicación (radios, televisión, periódicos, revistas, etc.) e internet, por lo tanto, debemos tener también previstas acciones para lograr que la información masiva que llegue a los hogares, esté libre de mensajes: sexistas, autoritarios, violentos, degradantes, discriminatorios…
En mi caso particular, vengo trabajando desde hace más de 35 años en medios de comunicación y también me desempeño como docente desde hace más de 25 años, formando profesionales de medios de comunicación en diferentes universidades públicas y privadas. En todos estos años he tenido la oportunidad de concientizarme y concientizar sobre la importancia de la forma de comunicar en relación a cuestiones de género, que es uno de los graves problemas sociales de nuestro tiempo, y lo peor de esto, es que pasa inadvertido no sólo para los receptores (oyentes, televidentes, lectores), sino también por los mismos productores o reproductores de dichos mensajes, haciendo más difícil aún la toma de conciencia. En la radio y en la televisión más específicamente, los mensajes sexistas y discriminatorios salen cotidianamente de una forma espontánea y a veces improvisada, como si fueran naturales.
El camino que tienen las mujeres para abandonar la subalternidad es hacer uso del derecho de acceso que tienen a los medios de comunicación, tomar la palabra y hacerla propia, alzar la voz, hacerla inteligible. Esta tarea conlleva una salida del anonimato para lo cual es importante que los medios de comunicación amplíen el espectro de interlocutores/as válidos/as cuando de lo que se trata es de visibilizar de forma efectiva la situación de violencia en la que se encuentran sumergidas muchas mujeres. En principio, visibilizar el compromiso de quienes en los medios se comprometen con la igualdad es una buena medida para acercarse a ellos.
Transformar la audiencia pasiva en un público crítico y exigente ante los medios de comunicación es un desafío no fácil de lograr, pero sin duda alguna, es una meta que debemos trazarnos a la hora de pensar una sociedad más igualitaria y menos discriminatoria.
*Licenciado en Educación de la Lengua y la Literatura. Operador técnico en sonido y producción de radio y televisión. Docente universitario e investigador en materias relacionadas con la Comunicación. Director de proyectos de extensión/voluntariado universitario “Comunicar-EDH (Comunicar para la Educación en Derechos Humanos)” y “Uniendo Voces: la comunicación como herramienta intercultural”. Integrante del Consejo Asesor del Centro de Derechos Humanos Emilio Mignone (UNQ). Coordinador del programa de extensión universitaria “Derechos de Todas y Todos”.
*Esta nota fue publicada en el Diario Nueva Época, distribuido en toda Zona Sur de Buenos Aires, Argentina.